
Lucinio Rivera: historia narrada desde el corazón del famoso fontanero
La humildad es parte de sus valores. Es un hombre trabajador, con una historia de lucha

ICONOS Mag
Texto Helen Ventura
18 abril, 2023
San Pedro Sula. Lucinio Rivera ha hecho de su nombre, una marca registrada y cotizada en el admirable y laborioso trabajo de la fontanería en San Pedro Sula.
Es el contratista y fontanero autorizado de más trayectoria en la ciudad. Para él, su oficio es el más importante de todos y su historia está llena de retos, aprendizajes y esfuerzo.

Cada día brinda mantenimientos a importantes empresas e instituciones de la ciudad, pero su labor en la fontanería va más allá.
Es un profesional en lo que hace y un ser humano con infinitas anécdotas de lucha, espejos de vida que motivan a cualquiera a salir adelante.
Quien conoce a Lucinio Rivera sabe que además de recibir un trabajo de excelencia, disfrutará de un momento ameno al escuchar sus divertidas historias que arrancan más de una sonrisa.

Nombre completo: Lucinio Rivera Fernández
Nacimiento: 13 de diciembre 1943 en San José Colinas, Santa Bárbara
Padres: Julia Fernández de Rivera y Miguel Ángel Rivera
Esposa: María Josefina Melgar
Tiempo de matrimonio: 51 años
Hijos: Kenia Vanessa Rivera Melgar
Nietos: Lucinio Rivera, Ivany Shandel España Rivera.
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De San José Colinas, Santa Bárbara, se aventuró a viajar por Centroamérica para cumplir su mayor sueño: ser artista.
Por destino de la vida, se dedica a la fontanería y se posiciona como uno de los profesionales más cotizados en San Pedro Sula.
Este personaje ha conversado con ICONOS Mag, don Lucinio ha compartido esas experiencias que lo han llevado a ser un hombre enfocado, educado, humilde, perseverante, ejem´plar y trabajador.


Háblenos de su niñez ¿cómo fue su infancia?
Mi infancia fue muy dura, crítica y calamitosa, pero me siento feliz de haber pasado por todo eso. A pesar de mi edad me siento totalmente pollón y puedo seguir trabajando mis quince o veinte años más.
Mi infancia fue dura. Viajé por toda Centroamérica y trabajé en radio en El Salvador. Aquí en Honduras, no tuve cabida por no tener educación secundaria. Si hubiera sido una persona más preparada, creo que estuviera a la par de los mejores en Tegucigalpa, porque conocí muchos periodistas y buenos amigos. Me siento gozoso de haber aprendido un oficio apreciado por todo el mundo, por ricos y pobres, y eso me llena de satisfacción.
Las habilidades se desarrollan desde niño, ¿recuerda alguna anécdota sobre su ingenio en la fontanería?
Tengo la primera en 1956: iba con mi papá para el centro de mi pueblo, y entonces había una línea de aguas negras rotas, yo no tenía ni zapatos. Mi papá me dijo: vamos a denunciar esto a la municipalidad, para que mande a arreglar está puercada que mucho hiede, porque las aguas negras apestan. No papá, yo le arreglo eso y cobra, le dije. Nos darán tres lempiras, preguntó. No, puede cobrar hasta quince lempiras porque no tengo ni zapatos para comprar, no tengo nada de pisto para comprar zapatos y aquí me lo gano. Cómo te vas a ganar eso si no sabes nada, me dijo. Como que no voy a saber y arranqué una tranca, puse una piedra, la siguiente y tapé todo.
Mi papá quedó admirado. Vos vas a ser fontanero en tu vida, me dijo. Pues no sé papá, respondí, porque como la vida cambia, si soy motorista no voy a ser fontanero, si soy carpintero no voy a ser fontanero, dependiendo la trayectoria en mi vida. Mi idea es viajar por todo Centroamérica, algún día. Pero quiero ser artista papá, que es lo que deseo.

Lucinio Rivera es conocido por su experiencia en fontanería, pero tuvo una etapa de artista. ¿Qué pasó?
En 1969, con el primer actor y declamador nacional Héctor Arturo Soto, Yuyo Soto salimos para Centroamérica: Nicaragua, Costa Rica y El Salvador.
En El Salvador trabajé con Carlos Álvarez Pineda, el famoso Aniceto Porsisoca, un gran artista salvadoreño. Aquí, trabajé con Yuyo Soto y allá estuve en el circo América, en el circo de Frijolito. Además, estuve con Aniceto en canal 12 y 4 en San Salvador. Era un artista cómico, humorístico con anécdotas y declamaba poesía.
Aquí en Honduras aprendí una poesía. Se llama Verdades agrias. Verdades amargas es la real y humorísticamente es Verdades agrias. La hice y tuvo un gran éxito en El Salvador, Honduras, Guatemala:
No quiero ver lo que he mirado través del cristal, porque la barriga es bodega donde se guardan macarrones, frijoles y bistecs, amebas, mentiras, no hay amebas. La verdadera molestia es de un tripón, qué se estira y se encoge con los gases que da la digestión. Porque en este laberinto de las tripas, donde tanto domina el mal olor, todo tiene su puesto señalado: los frijoles, la manteca y el arroz.
¿Por qué se retiró del arte?
Porque no ganaba mucho. Una vez le fui a trabajar a don Francisco Saybe, le dije: puchica, deme un papelito en una película, yo le personifico cualquiera. Me dijo: no papá, me acabas de ganar tres mil quinientos lempiras y como artista te van a dar quinientos pesos… no es ganancia esa. Mejor dedícate a la fontanería, que es el mejor oficio del mundo.
En efecto, no lo puedo dudar. A pesar de que se mira un oficio sucio, pero no es sucio. Yo no me ensucio las manos para trabajar, porque hay tecnología: equipo de aire, varilla de sondeo. Un sueldito de cinco mil o cuatro mil lempiras diarios no es malo. Me ha ido bien, a pesar de tanto año que he trabajado, todavía trabajo muy bien.

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¿Cómo fue su época en la radio? ¿Qué le apasionaba?
Yo llegué a radio El Mundo en el año 71. A mi casa llegó el propietario, don Federico Battistello, nos hicimos grandes amigos. Un día le dije: pucha, a mí me ha gustado siempre la locución, ¿qué tal podés hablar? me dijo. Por algo le digo que me gusta la radio, porque hablar me gusta, no me aburro de hablar. Y me dijo: andá a la radio y fui. Empecé a hablar: En radio El Mundo, exactamente las siete con 45 minutos, con un saludo para el pueblo sampedrano que nos escucha en todas partes de Honduras. Le gustó.
Lastimosamente, llegó un periodista y le dijo: don Federico, para que trae a ese muchacho, es un guanaco que no sabe nada, ni hablar puede. Nosotros somos periodistas colegiados, no puede poner a cualquiera a hablar aquí.
Yo caí a la razón, de que es necesario ser preparado, en todo aspecto. La educación es primordial para cualquier ser humano. Por eso yo le digo a mi familia que tiene que prepararse, para que no se formen ningún complejo en el futuro, porque uno se lamenta después. Yo fuera arquitecto hoy en día.


El trabajo de fontanería requiere experiencia ¿qué sacrificios ha atravesado en su trayecto en esta menester?
Primero, formamos una organización que se llama Sociedad de Fontaneros Sampedranos. Yo quise montar una cooperativa: ferretería El Fontanero. No se pudo hacer, porque en un grupo numeroso de personas, todos piensan de una forma diferente. Mario Díaz puso setenta y cinco mil para la sociedad y la ferretería, yo puse cincuenta mil y otro puso tres lempiras. Les dije: depende lo que invertiste, eso vas a ganar. Entonces va a tragar atol el que tenga más galillo, dijeron. No es así, es para levantar una institución, una empresa, comenté. Todo mundo cree que al que tiene, no le cuesta lo que tiene. Todo mundo hace sacrificios para todo. Yo hice un montón de intentos así.
Ese edificio (señala a su costado superior), yo no dije: inmediatamente voy a trabajar allí. Fui en chancletas y short. Me miró el maestro de obras y me dijo que yo no tenía capacidad, porque en San Pedro Sula no había fontaneros, solo pega tubos. Yo le dije: pues, yo puedo algo, he trabajado en todo este sector de la colonia y trabajo tubería de agua negra, potable y todo. Me dijo que no podía trabajar, que era muy chiquito.
Un día, se reventó un tubo y se mojaron cien bolsas de cemento. El hombre deseaba tener mi número de teléfono para llamarme y le dice la vecina: qué va a saber el chiquitín ese. Me llamaron y le dije: yo tengo capacidad de mandarle una cuadrilla de Aguas de San Pedro, que son amigos míos. Pues mándelos, me dijeron.
Vinieron a las 3.00 pm a trabajar y les dijeron: muchas gracias porque al fin vinieron. No venimos porque Aguas de San Pedro nos envía, le dijeron. Nos mandó don Lucinio Rivera. A ese señor lo apreciamos mucho y le haríamos cualquier favor. Ellos creían que era de gratis y les cobraron diez mil lempiras en un ratito. Esos son sacrificios que uno pasa, que lo vean de menos.


Para Lucinio Rivera, ¿qué significa luchar?
Luchar es levantarse de la nada y llegar algún día a tener tan siquiera cobija, eso es luchar. No es fácil andar en harapos y calzarse, no es nada fácil. Me siento contento de mi vida, muy agradecido con mi Dios, porque es quien le da la sabiduría a uno, Dios le ayuda a uno en todo.
¿Qué representa su familia?
Mis hijos son lindos para mí. Son tesoros. Aquí cuento con Lucinio, Ivany, mi hija Vanessa y la otra hija Maricruz. A ellas las quiero mucho y me atienden bien. Lucinio para mí es un gran tesoro que Dios me dio, ya viejito, pero es un tesoro, es mi nieto más consentido y el único varón biológico. Tengo más nietos, que aunque no son de sangre los quiero mucho.
Fontanería, radio, animación, ¿cuál considera que es su mayor pasión?
La fontanería. Es la que me dio vida y me sigue generando. Si fuera albañil, hasta esta fecha ya no trabajara en absoluto, pero como fontanero sí. Me siento orgulloso de ese oficio que aprendí. No es necesario cursar una secundaria, ni una educación de universidad porque es un oficio artesanal, pero se cumplen con todas las normas de higiene. Me gustan las cosas bien hechas.
Aprender, no es tan fácil, pero si se aprende. Nadie nace enseñado. Yo no sabía nada de esto. Desde 1956, que le dije a mi papá que iba a ser fontanero y él me dijo: vos vas a ser fontanero, francamente. Cuando estaba chiquito, desnudito jugaba con hojas de tamal, hacía los tubitos y el agua corría de forma imaginaria, dándole desnivel.


¿Se ha puesto limitantes a sí mismo?
Nunca. Nunca me puse un limitante. La ventaja es que en la fontanería no se ocupa andamio. Un día, mi esposa me dijo: puchica, como albañil, ya cuando seas mayor no vas a poder trabajar, porque vas a estar viejo. Bueno, voy a buscar un oficio que no ocupe andamio y qué vas a hacer, me dijo: fontanería, eso no ocupa andamio.
Nueve años tenía cuando fui ayudante de albañil. Una vez le dije a mi jefe: yo quiero que me enseñés el oficio. Ganaba un lempira con veinticinco centavos al día. Me dijo: Si te doy solo 25 centavos y me pagás el lempira, yo te enseño. Vaya pues, le dije. Trabajé por dos semanas ganando solo 25 centavos. Un día le dije: quiero colocar esa piedra. No sabés todavía, me dijo. Él no quería que aprendiera para seguirme ganando el lempira diario. Nunca vas a aprender porque eres muy chiquito. Así me dijo. A los 27 años tuve que prestarle una plana, un nivel y una escuadra, para un trabajito que estaba haciendo. Ya ves, le dije, a quien no le quisiste enseñar el oficio y vos decías que no iba a aprender por chiquito, para eso existe el andamio para trepar.
¿Qué es lo más importante para Lucinio Rivera?
Mi familia. Sin mis hijos no soy nada. Mi familia es lo más lindo que me pudo haber dado Dios, porque los capitales se acaban, todo se acaba y los hijos aquí quedan.
Con tantos años de trabajo, esfuerzo y excelencia, ¿considera que ha cumplido sus sueños y metas?
Mi meta es ver a Lucinito y a Ivany formados. Si Dios no me da eso, pues que me disculpe el Señor, pero yo le agradezco que me brinde los años que me permita, para ver a mi niña y a mi nieto formados. Ya formados, casados y todo, así me gustaría verlos, yo me voy a dormir tranquilo para siempre, solo viendo el zacate.


En San Pedro Sula hay pocos que destacan en la fontanería, ¿recuerda algunos?
Se han muerto. Murió Mario Díaz, que para mí es un gran personaje, Éramos los dos en San Pedro Sula. Surgió otro, pero vive fuera de la ciudad. Éramos tres los escogidos en la ciudad y ahora prácticamente solo quedé yo.
Lucinio Rivera sabe lo que es trabajar desde joven ¿cómo mira a las nuevas generaciones? ¿Considera que se han perdido los principios de esfuerzo y trabajo?
Bastante. Ahorita lo que más atrasa es el celular. Tengo un trabajador y lo dejo haciendo algo y en un ratito está con el celular, no está prestando atención y lo regaño. Como ya está viejito usted, por eso se enoja, me dicen. Yo solo tengo celular para llamar y contestar les contesto. ¿Para qué voy a perder mi tiempo chateando? El tiempo perdido hasta los Santos lo lloran.
A quienes han valorado su trabajo y continúan solicitando sus servicios, ¿qué les dice?
Que cuenten conmigo todavía. Estoy para servirles hoy mañana y siempre, durante viva, porque durante viva, yo tendré fuerzas para trabajar en mi oficio.