La horrible sensación de los días contados

La inesperada noticia sucedió dos días antes de mi viaje a Honduras, donde acompañaría a mi hija Nora Margarita Erazo de Bran en el nacimiento de mi segunda nieta

ICONOS Mag

Texto Felipe Vallejo

22 mayo, 2019

El día de la cita finalmente llegó. A pesar de ser un examen rutinario, me sentía nerviosa y ansiosa por ser la primera vez que me hacía una mamografía en Estados Unidos, luego del traslado de mi residencia a este país.

Me bañé como siempre y seguí al pie de la letra el contenido de una hoja que vía correo me hizo llegar la internista encargada de la clínica especializada. “No usar desodorante”, “No perfume”, “No crema”, entre otras cosas.

La mamografía

Llegué temprano al hospital con mi esposo para cumplir con la rigurosa puntualidad de “los gringos” y no exponerme a perder el espacio asignado con antelación.

A las 9 en punto de la mañana, una enfermera vestida de rosado pronunció mi nombre, en medio de una enorme y silenciosa sala de espera, llena de mujeres jóvenes, adultas y longevas.

La mamografía

Me levanté inmediatamente después de un entusiasta apretón de manos de mi esposo, y seguí a la mujer por los pasillos ambientados con música suave.

Me preguntaron mi fecha de nacimiento para cerciorarse que era yo y seguidamente me entregaron una bata con la indicación de ponérmela con la abertura por enfrente.

En una sala pequeña esperé unos minutos y después me pasaron a un cuarto donde había un mamógrafo alto y corpulento como nunca había visto.

La mamografía

Me practicaron el examen en una y otra mama, igual como lo hacían en Honduras y me pidieron después esperar en la misma sala pequeña.
Al cabo de unos minutos me llamaron para otro examen en el mismo mamógrafo, que siguió luego otro y otro más y después un ultrasonido que despertó en mí, cierto temor.

El miedo creció cuando una joven enfermera me dijo que el doctor quería hablar conmigo. Un millón de cosas pasaron por mi cabeza en ese momento de terror, el cual se agigantó cuando abrieron la puerta de una sala donde habían más de 30 pantallas luminosas.

La mamografía

Eran las placas de mis senos vistos desde todos lados. Comencé a llorar y a pedir que llamaran a mi esposo para que le explicaran a él, el dictamen de lo que habían encontrado.

Junto a Bob me sentí más sosegada pero los nervios me invadieron de tal forma que me congelaron el cuerpo. Nos explicaron de la presencia de una extraña masa en lo más profundo de mi seno derecho, que con un simple examen era imposible detectarlo.

La recomendación de los especialistas fue entonces, practicar una biopsia con carácter de urgencia.

La mamografía

Para Bob significó revivir la triste experiencia que llevó a la muerte a su esposa, seis años atrás, por causa de un agresivo cáncer de seno y para mi enfrentar la posibilidad de morir a los mismos 59 años de edad que tenía mi abuela Hortensia cuando falleció de cáncer.

La inesperada noticia sucedió dos días antes de mi viaje a Honduras, donde acompañaría a mi hija Nora Margarita Erazo de Bran en el nacimiento de mi segunda nieta.

Insistí posponer la biopsia para mi regreso y así quedo programada.

La mamografía

Bob y yo salimos callados y cabizbajos del hospital. Cada uno tenía en su cabeza un torbellino de cosas, miles de preguntas sin respuestas y una agigantada incertidumbre.

Esa tarde en casa, viví el momento más dulce, tierno y hermoso que un esposo puede darle a su mujer. Él supo transmitirme fortaleza, animo, esperanza y positivismo.

La mamografía

Nos guardamos el secreto y me dispuse a disfrutar como nunca esas dos semanas con mis hijos y mis nietas. Fue lindo verlos y abrazarlos, sintiendo muy dentro de mí que podría ser la última vez que estaríamos así…

Al cabo de quince hermosos días en San Pedro Sula y Tegucigalpa regresé a mi casa en Estados Unidos dispuesta a enfrentar lo que me ahogaba los sentidos.

Cuarenta y ocho horas después me practicaron la biopsia en la mama derecha, la cual nunca había dado problemas a pesar del cuadro clínico hereditario de las mujeres de la familia.

La mamografía

Cuando el procedimiento de 50 minutos terminó, volvimos a la casa con Bob para atender las recomendaciones médicas y esperar el resultado, que estaría listo en los próximos cuatro días.

Pensé en las mujeres que pierden la batalla frente al cáncer de seno, en las que se ven obligadas a practicarse la mastectomía, en el significado de la quimioterapia, en las mujeres que deben enfrentar el cáncer solas y en aquellas que no tienen los recursos económicos necesarios para atenderse.

Le pedí a mis amigas del grupo de oración de Tegucigalpa que oraran por mí y hablé muchas horas con mi Dios para que me librara de cualquier mal.

Me acordé de las palabras de un sacerdote que en una prédica dijo, que había que agradecer a Dios morir de cáncer porque los pacientes tienen el tiempo suficiente para ordenar sus cosas y despedirse de sus amigos y familiares….

Pensé en el reencuentro con mi mamá y con mi hermana, en lo duro que sería para Bob pasar por el mismo sufrimiento de su esposa fallecida, en mis hijos y en la vida de mis nietas que no podría disfrutar.

A los cuatro días sonó el teléfono. Era la asistente de mi médico, que sin mucho protocolo me dijo: “Todo está bien…necesito que el próximo año se haga otra mamografía para darle seguimiento su caso”.

Moraleja

Nunca en mis casi 60 años de edad había profesado ese tipo de ansiedad e incertidumbre, tan horrible y oscura. Creo que es parte de la vida adulta de las mujeres, que de jóvenes vemos la vida desde otra perspectiva…no le tememos a nada porque nos creemos dueños del universo.

Ahora que todo salió bien me siento llena, plena, feliz y con ganas de abrazar al mundo.

Siento que volví a nacer…. y ahora más que nunca quiero aferrarme al amor de los míos, disfrutar a plenitud las cosas simples y sencillas que Dios nos da cada día, valorar la valentía de las mujeres que enfrentan esos procesos y lamentar por las que no lo lograron.

Ahora no es tan importante rodearme de cosas materiales, por el contrario, trato de ser mejor persona, ayudar en lo posible al prójimo y dar gracias al Todopoderoso por cada día que me permite abrir los ojos y pensar cada mañana que tengo tres hijos, dos nietas, un esposo maravilloso y una vida relajada y despreocupada.

Si el resultado de mi examen hubiera sido diferente, también hubiera compartido mi experiencia para apoyar con un humilde testimonio a esas guerreras que hoy enfrentan ese mal.

6 comentarios

  1. Lindo testimonio, nos aferramos a cosas materiales, siendo lo más valioso nuestra salud. Gracias por compartir. Bendiciones.

  2. Norita leí todo su proceso gracias a Dios todo salió bien, nosotros que pasamos por lo mismo sabemos lo que se siente, lo que se aprende a valorar el amor de familia los amigos y la solidaridad con las personas que estan pasando por lo mismo. Cuídese, Ud es una mujer de fé, una mujer de Dios comparto con Ud el ahradeciento a Dios por su salud.

  3. Gracias por compartir su experiencia, Dios de pactos es perfecto y cuando uno ora al Altísimo, El nos escucha. A seguir disfrutando de las bendiciones que Dios le da.

  4. Nora Gracias a Dios por su vida y por ese hermoso testimonio que compartió.
    Cada despertar es un milagro de vida y una hermosa bendición para disfrutar de parte de Dios.
    Dice la palabra de Dios que todo lo que pasa a los hijos de El es para bien y este susto la está haciendo ser sensible a muchas situaciones, valorar y disfrutar casa minuto que Dios la tenga en esta tierra y sobretodo que nada la cargue y la afane vivamos el hoy dandole Gloria a Dios con nuestras vidas.
    Dios la siga guardando y bendiciendo en abundancia.
    Ahhh y FELICIDADES por el nacimiento de su nieta.
    Muchos cariños siempre.
    Koritza

  5. Gracias a Dios que todo salió bien querida amiga, y sobre todo por las decisiones a tomar fuesen positivos o negativos, que de igual manera dan fuerza a quienes padecen esa cruel enfermedad.
    Te quiero y admiro muchísimo.
    Mi cariño sincero siempre.

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