Marco Rietti, el renacer de un prodigioso pincel sin fecha de expiración
El artista ha estado ausente de actividades en público, pero no se ha separado de su amado pincel
ICONOS Mag
Texto Raul Francisco Ayala
22 octubre, 2024
San Pedro Sula. El pintor Marco Antonio Rietti Matheu ha pasado más de cinco décadas plasmando lo que le da la gana: desnudez femenina, paisajes, rostros perfectos, retratos, mucha figura religiosa y lo que su inspiración le provoque.
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Sus días transcurren entre la calidez de su hogar, una soledad que lo inspira, la arboleda que lo rodea y el canto de las aves y el viento. Está alejado del bullicio de la urbe.
Tiene más de 15 años de no exponer en solitario, pero está más vigente que nunca.
La calidad de su pincel no tiene año sabático ni expiración. Mucho menos puede ser ignorado. Simplemente, él es un maestro.
El pintor Marco Rietti Matheu, a sus más de 80 años, muestra envidiable lucidez y vitalidad que le permiten continuar con su fructífera carrera pictórica que sobrepasa los 60 años como artista.
Sostener una conversación con tan ilustre maestro del pincel es sorprendente y cautivante.
Le gusta el buen licor, la música clásica y el orden en cada milímetro de su estudio. Es así como nacen las grandes obras de arte con su firma.
Es uno de los tres hijos varones del inolvidable italiano Dino Rietti, originario de la romántica Venecia; y de la recordada Antonia Matheu, hija de un español catalán.
El menor del inolvidable matrimonio Rietti Matheu tenía un futuro trazado entre lienzos, colores y pinceles.
Su entorno familiar fue unido, con los principios de rigor para conducirse con éxito en los caminos de la vida.
Se educó en el prestigioso Instituto Salesiano San Miguel de Tegucigalpa. Allí cursó la primaria y secundaria y posteriormente, se graduó de ingeniero civil en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras UNAH.
Meses mas tarde, se mudó a Holanda para cursar la especialidad en ingeriería hidraúlica.
Luego, tomó cursos en Inglaterra y la antigua Unión Soviética y se actualizó aún más en su profesión.
Transcurría la década de los años setenta, y a San Pedro Sula se mudaba el gallardo joven que derretía miradas de las jovencitas de la época. Venía de Europa con una evidente influencia cosmopolita.
La vida que ha podido transitar a través de sus ocho décadas, comienza en Tegucigalpa en 1942. Ese año nació uno de los grandes del pincel que aún vive y que tiene mucho que contar y pintar.
Nos adentramos en la vida y obra del pintor Marco Rietti Matheu, en una charla franca, relajada, muy instructiva y que escudriña que hay más allá de lo que se conoce del respetable pintor.
Todo un personaje
La bienvenida a su hogar de dos plantas en madera y rústicos detalles es un derroche de amabilidad. No para de sonreír. Le place recibir a personas que tengan interés en lo que ama: la pintura.
Brevemente, unas gradas de piedra dan acceso a su pequeño hogar y luego, al estudio – taller, el lugar donde fluye la inspiración para plasmar su más sublime manifestación artística. Ahí pasa la mayor parte del tiempo.
Para él, es un gusto compartir con ICONOS Mag y ha contado que sus comienzos en la pintura fluyen de las cualidades artísticas que nacieron con él.
«Inicié con Luis, mi hermano mayor, que también tenía las aptitudes y capacidades para pintor. Son natas, pero sí, hay que conducirlas. Hay que saberlas educar y desarrollar.«, cuenta.
Siendo adolescente, tuvo la fortuna de que llegara a Tegucigalpa procedente de México, el gran pintor ceibeño Jaime Noya Reyes en 1954.
Se hospedó en casa de sus padres y el propósito de su visita era pintar el retrato de Julio Lozano Díaz, entonces jefe de Estado de Honduras.
Noya Reyes aprovechó su estadía en la casa Rietti Matheu para enseñarle a Marco desde cómo preparar un lienzo y manejar la pintura hasta dibujar.
«Ese fue el primer paso para que pudiera conducir mis habilidades», recuerda.
Además, vio sus capacidades, las evaluó y lo orientó en la disciplina del trabajo.
Con ello, tuvo la base para lanzarse a competir en un concurso de pintura celebrado en su colegio que tuvo la participación de más estudiantes de institutos de Tegucigalpa.
Evidentemente, Marco Rietti arrasó y le ganó a todos en buena lid. Como jurado estuvo Mario Castillo, considerado el mejor retratista en la historia del país y visualizó en el participante, a un prodigio.
En ese entonces, Castillo era director de la Escuela Nacional de Bellas Artes y eso motivó aún más el deseo en el incipiente artista por haber ganado ese concurso.
Gracias a su triunfo y la aprobación de los que más sabían de pintura en la competencia, el maestro Castillo le aconsejó matricularse en Bellas Artes, pero Marco no pudo. Cursaba el cuarto año de secundaria y le era difícil por el tiempo.
Eso sí, no dudó en tomarle el consejo y solamente tuvo la formación artística con Mario durante seis meses, siendo ésta la única experiencia académica que tiene en su haber.
A eso se le sumaron los consejos de artistas sobresalientes de la época con los que Marco Rietti tuvo amistad directa y que le hicieron aprender más y conducir mejor su trabajo e inspiración.
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Mente brillante
Doña Antonia y don Dino indudablemente apoyaron a su hijo, no sólo por el hecho cultural, sino porque «mi padre era una persona culta, enciclopedista y eso aportó a que tuviera mayor conocimiento del mundo artístico y de los grandes maestros de la pintura».
Con el pasar de los años, este nóvel pintor fue descubriéndose e indagando en lo más profundo del arte y haciendo homenaje a su herencia europea. La experimentación estuvo cimentada en ella.
La pintura veneciana y las raíces de su padre, así como estudiar la vida y obra de afamados pintores como Tintoretto, Veronese y Tiziano, le valieron para que definiera la ruta en las artes.
Marco Antonio admiraba el trabajo de estos tres artistas italianos y ese momento definió la nacencia de su pasión.
Hablar de este gran maestro es saber que no es pintor de brocha gorda. Tampoco un improvisado.
Aunque no tenga estudios académicos en arte, su acervo no lo tiene cualquiera. Peor en tiempos donde muchos se apoyan en la tecnología o copian corrientes y modelos.
Gracias a ello, se ganó el respeto y la intrínseca amistad con artistas nacionales como Carlos Zúñiga Figueroa, a quien la familia Rietti Matheu le alquiló un espacio en Tegucigalpa.
Marco lo visitaba para contemplar cómo pintaba, le enseñaba y lo motivaba a seguir. Además, nació la amistad con el inolvidable Mario Castillo.
«Él me condujo también y fue buen amigo que siempre estuvo orientándome y motivándome a desarrollar mi pintura. Con el tiempo tuve gran amistad con Miguel Ángel Ruiz Matute. Fue la persona con quien he tenido mayor intercambio en cuanto al desarrollo plástico», comparte.
Ya en San Pedro Sula hizo buena amistad con Gregorio Sabillón. Trabajaron juntos en el taller y dependió mucho de él.
Otros colegas que están en esa galería de recuerdos son Felipe Burchard y Luis H. Padilla y con la generación de los años setenta.
Enfocado en el futuro
Marco Antonio siempre tuvo claro lo que quería ser. Desarrolló sus estudios universitarios y su carrera profesional como ingeniero.
Trabajaba en la empresa privada, y así sus recursos económicos provenían de la fuente de trabajo como profesional, pero había algo que no dejó por nada del mundo: la pintura.
A finales de los años setenta, el pintor Marco Antonio Rietti Matheu se involucró más en el desarrollo de la plástica.
Miguel Ángel Ruiz Matute me decía: «Marco, tú pintas muy bien, pero lo sabemos nada más los amigos que estamos en tu círculo inmediato. La pintura tiene que darte a conocer»
Él fue quien lo motivó para que hiciera su primera exposición individual y se celebró en el Instituto Hondureño de Cultura Interamericana IHCI de Tegucigalpa en 1979.
Por fortuna, toda la obra que expuso Rietti se vendió y fue un impulso para seguir pintando.
Además, significó un ingreso paralelo, «pero pinté no por el hecho de
sobrevivir de la pintura, sino por el placer de pintar. Además, quería ver hasta dónde era capaz. Toda mi vida en los ochenta años que llevo, lo he hecho paralelamente».
Esa doble vida, la de ejecutivo de día y pintor de noche, le implicó sacrificio ya que su tiempo era consumido entre obligaciones profesionales y pasión por el arte.
Por la noche, llega su inspiración artística entre pinceladas, el ruido de animales nocturnos y la brisa que mece los árboles.
Se ha acostumbrado a trabajar en esas horas porque para él es más agradable.
Utiliza la luz de su estudio y es el momento en que está más relajado trabajando hasta las dos o tres de la mañana.
Es el tiempo más tranquilo y sin interrupciones, acompañado de música clásica que le da tranquilidad.
Además, divisar la ciudad y sus luces desde el mirador de su casa es un espectáculo gratificante en las pausas de su quehacer.
Relaciona sus sentimientos con la pintura. Es honesto con lo que hace y plasma lo que le nace.
Tiene tantas ideas de cosas nuevas que desea hacer y espera que el tiempo le dé la oportunidad de realizarlas.
Esas ideas son su motivación en el diario vivir, el estar activo dedicando todo su tiempo a algo nuevo.
«Me considero sincero conmigo mismo. No tengo doble cara. El arte me permite tener un sello y especial forma de ser. Estos son patrones de conducta éticos y morales que acompañan todas mis acciones»
Su retorno triunfal al mundo del arte
El pintor Marco Rietti Matheu regresa más inspirado que nunca a las exposiciones de arte más importantes del país. Este miércoles 23 de octubre 2024, Banpaís Honduras presenta su muestra Tierra de pan llevar en la torre financiera en San Pedro Sula. Es un retorno más que triunfal y esperado. Es el renacimiento de una figura del pincel que ha trascendido con su magistral trazo.
Marco Rietti Matheu – artista más que pintor
El orden en el lugar de trabajo es esencial para el pintor, que a pesar de manipular materiales, lo mantiene nítido y muy ordenado.
¿Qué papel ha jugado el arte pictórico desde principios del siglo XX?
Para nuestro país, el desarrollo de las artes plásticas nace en el siglo XX.
Además, cuatro pintores nacidos a finales del siglo XIX incursionan en la pintura en el siglo XX.
Estos pintores se preparan en Europa y regresan en 1920. Ellos son Pablo Zelaya Sierra, Max Euceda, Carlos Zúñiga Figueroa y Confucio Montes de Oca. Los cuatro salieron a estudiar bajo condiciones muy especiales y cuando regresan a Honduras fomentan el arte.
Es ese tiempo, en nuestro país solo había costumbrismo y arte religioso, pero no había una garra de expresión artística.
Y es así que, hasta que ellos regresan empiezan a desarrollar la pintura y es por eso que el Premio Nacional de Arte lleva el nombre de Pablo Zelaya Sierra.
En ese tiempo ¿no había escuelas de arte en Honduras?
Sí, a principios de los años 20 había un pintor español que comienza una escuela de bellas artes en Tegucigalpa, pero no logra desarrollarse.
Cuando ya vienen estos maestros, lamentablemente Pablo Zelaya Sierra muere al poco tiempo de su arribo a Honduras. Luego, Max Euceda tiene la oportunidad, como un buen pedagogo, de continuar desarrollando arte.
En 1940, Arturo López Rodezno, bajo el mandato del general Carías es nombrado director de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Luego se da la creación de la Escuela Nacional de Bellas Artes cuando se genera el movimiento plástico más formal.
También, hay nuevas generaciones que van poco a poco expresando el arte hondureño.
Antes de la Escuela de Bellas Artes tenemos a Teresita Fortín, que era muy amiga de Pablo Zelaya y demás pintores de esa época. Ellos la motivan, Teresita es una artista autodidacta. También, José Antonio Velásquez, que viene formándose desde ese tiempo.
Así que hay un movimiento que plasma el desarrollo plástico hondureño de esa época.
Sin embargo, es hasta la generación de los nuevos pintores desde Ruiz Matute y Mario Castillo que se manifiesta un legado artístico motivacional.
La Escuela de Bellas Artes es un baluarte para el desarrollo de las artes plásticas en el país.
¿Cómo ve el contraste entre la dictadura cariista y el impulso a la educación en ese tiempo?
Estas iniciativas no necesariamente vienen del líder o caudillo sino de gente con quien trabaja.
López Rodezno fue el que promocionó el desarrollo de la Escuela de Bellas Artes.
En la parte de la literatura, Froylán Turcios y el poeta Daniel Laínez. Son los ministros que ven el talento y mandan a desarrollarse.
Prácticamente, yo diría que es el actuar de las personas que se involucran con un gobierno los que tienen la demanda y la oportunidad. Son los responsables; en el caso actual, lamentablemente, no se escoge gente que tenga la capacidad para ello.
Cuando me ha tocado trabajar con el gobierno municipal, he hecho todo lo que he podido para facilitar el desarrollo de la cultura en la comunidad.
En los tiempos de Carías, lo que se estaba haciendo era complementando la Reforma liberal. Suena contradictorio pero ¿qué dice de ello?
No soy tan estudioso de la parte política en el desarrollo de las artes. Los gobiernos son responsables de satisfacer las necesidades del pueblo.
Además, la educación, que involucra el acto cultural es parte de su
responsabilidad.
Todo esto debe cumplirse. No se debe parcializar yéndose nada más por demagogia o sectarismo político.
Es contradictorio porque los que llegan al poder pareciera que no quieren educar al pueblo porque así lo manejan más fácil.
¿Cree que el artista debe criticar las malas políticas de Estado con su arte?
Para mí el arte es una experiencia personal, y yo como artista lo que primero hago es satisfacer mi creatividad.
También, mi desarrollo, mi yo interno. Claro, el arte puede ser un movimiento vanguardista de protesta o crítica, pero, el arte lo concibo más como belleza, el gozo de la creación, desarrollar lo que siento.
Hay personas que están involucradas con sufrimiento, entonces su pintura tiene la tendencia a ser crítica o exhaustiva a esa expresión.
Para mí el arte tiene su desarrollo de acuerdo con la propia
individualidad y a la personalidad del artista.
¿A qué pintores hondureños admira?
A los que han trascendido al 2000, que han dejado un legado porque se puede hacer referencia de su trabajo de calidad de muchos de ellos.
Podemos mencionar a Miguel Ángel Ruiz Matute, Álvaro Canales y Carlos Zúniga Figueroa sin faltar Pablo Zelaya Sierra, Confucio Montes de Oca y Max Euceda. También, Mario Castillo y toda la generación que llegó al 2000.
Actualmente, admiro al pintor limeño Armando Lara, que tiene garra, sabe expresarse, tiene su movimiento y también su identidad como artista.
Con el colectivo de pintores sampedranos estoy altamente satisfecho porque he visto un desarrollo del arte por parte de las mujeres.
‘Además, el premio de la Bienal Centroamericana lo ganó una mujer, Mery Morales, y la exposición del Centro Cultural la ganó otra mujer, Mayra Casiano.
También, podemos ver a Pamela Letona como otra exponente del arte. Y así, hay muchas artistas mujeres ante las cuales hay que quitarse el sombrero.
Estas mujeres tienen la garra, la calidad y merecen ser respetadas como artistas.
De las obras de su autoría, ¿tiene predilección o más sentimiento por alguna?
He desarrollado mi pintura a través de etapas, y todas en su momento han llenado un gozo y una satisfacción, pero el hecho de que cambio, es una manera de evolucionar, de seguir conociendo. Siempre me ha gustado experimentar, ver hasta dónde puedo llegar.
El hecho creativo es constante. Para mí, lo último que estoy haciendo es lo que más me llena.
He pasado ese período de gestación de cada movimiento con mucho ánimo. Han sido temas que he desarrollado no solo en la pintura.
Es un conjunto de obras dentro de una temática, y eso me ha llenado, ha sido parte de un proceso y constantemente evolucionó para hacer lo mejor.
¿Su experiencia en exposiciones internacionales?
He tenido la oportunidad de participar en exposiciones colectivas tanto a nivel local como internacional.
Puedo decir con satisfacción que mi obra ha estado presente en Miami, Washington, Nueva York y otras ciudades de Estados Unidos.
Además, en Europa en ciudades como Madrid, París, Londres y Barcelona a través de exposiciones colectivas.
¿Cuáles son las técnicas que usa en sus pinturas?
Soy un pintor prácticamente de visión figurativa, y dentro de lo figurativo me voy al realismo, pero eso no me limita, pues también trabajo el expresionismo.
Además, hay que complementarse en todo. He hecho mucho retrato, paisaje, y todo eso se integra a lo que uno está desarrollando.
¿Ha practicado el cubismo?
No. Yo soy figurativo. El cubismo es un proceso específico que generaron unos pintores en el desarrollo de la plástica en el siglo XX.
¿Qué caracteriza sus pinturas?
Yo diría que el sello de cada artista es su individualidad. Tengo diferentes líneas que quisiera abrir más. Lo que caracteriza mi trabajo es la pasión con lo que lo hago.
¿La técnica es el óleo sobre lienzo?
Trabajo en diferentes materiales, pero el óleo es el que me hace sentir gozoso con el desarrollo de mi expresión.
Además, es el que me permite tener mayor apertura, aunque también he trabajado el acrílico, acuarela y la tempera. Pero mi mayor obra está en óleo.
Me gusta lo seguro, y no sé cuánto tiempo pueden durar los acrílicos, mientras que la durabilidad del óleo es garantizada.
Está en condición de retiro de muchas actividades, ¿entrará de lleno a la pintura con la exposición Tierra de pan llevar by Banpaís?
Sí, siempre lo he deseado. He terminado unos procesos como profesional. Cuando salí de Cervecería dije: hoy sí me voy a dedicar a la pintura.
Luego vinieron otras pasiones internas como la gastronomía y fundé un restaurante, y siempre compartía mi pintura con otras aficiones.
Ahora sí, tengo el espacio para dedicarme cien por ciento a vivir como artista… como pintor. También, quiero proyectarme.
¿Cómo considera su actuar en la profesión de ingeniero civil e hidraulico?
La inquietud por la cultura, por el arte, ha estado permanente en mi interior, y lo he hecho donde esté.
Tuve la oportunidad de manejar por 40 años la parte social y corporativa de Cervecería Hondureña.
El arte y la cultura fueron líneas que me permitieron ascender socialmente con servicio a la comunidad. Así, siempre he estado involucrado con todas las instituciones culturales de la ciudad.
He tenido la oportunidad y el gozo de ser el creador del Centro Cultural Infantil. También presidente del Centro Cultural Sampedrano.
Y así, en todas las instituciones que tienen que ver con arte y cultura he estado siempre involucrado. Ya sea con música, con literatura, artes plásticas o teatro.
¿Ha formado parte de otros grupos altruistas?
Sí, fui presidente del Club Rotario San Pedro Sula en su cincuenta aniversario.
También he tenido la oportunidad de servir a la ciudad a través de diferentes voluntariados, no necesariamente a través de mi gestión como profesional.
Todo eso me ha hecho sentir bien y me da la oportunidad de conocer las necesidades que tiene la comunidad.
¿Cómo nace la idea del arte religioso?
Soy un hombre creyente, y creo que, hablando de belleza, qué mayor belleza que la gratitud a la creación.
Además, Dios me ha permitido expresarme en un lenguaje, en un diálogo, en una forma y así viene el interés del desarrollo del arte sacro.
También, lo he hecho como una muestra de mi aprecio y mi conducta devota.
¿Podemos decir que la inspiración mística viene de ahí?
Sí, de los principios cristianos que practico.
¿Cómo se prepara para pintar imágenes religiosas?
Cuando hago una obra, estudió mucho el tema, leo todo el contexto de su época y me documento. Así, hago el trabajo de la mejor forma.
Cómo ve, no es solo copiar, sino que sea la conducción de un diálogo con mis sentimientos a través de mi obra para que haya humanidad dentro de lo que hago.
¿Cómo ha sido su experiencia como director de cultura en la Municipalidad de San Pedro Sula?
Ha sido muy gratificante. Tuve la oportunidad de realizar grandes retos gracias al apoyo que me dio el alcalde Armando Calidonio.
Además, pude desarrollar una buena gestión, cumplí con mi deber, hice buenas cosas y favorecí el desarrollo de la comunidad.
¿Quedó algo inconcluso?
¡Claro! La parte económica no lo permitió, pero sí hubiera deseado que la Casa de la cultura fuera una realidad.
Es un espacio olvidado, donde funcionó el instituto José Trinidad Reyes. Lamentablemente, condiciones políticas y económicas no permiten desarrollarlo.
San Pedro Sula necesita de una escuela de bellas artes. También, un teatro con capacidad para mil 500 personas.
Además, la Casa de la cultura, donde podamos ir a ver exposiciones, una galería de arte que permita presentar toda la obra artística nacional.
En fin, espacios para que se desarrollen diferentes disciplinas de las artes, y eso hubiera sido mi mayor satisfacción poderlo realizar.
También, llegar a los sectores más limitados por situaciones de inseguridad como lo estábamos haciendo a través del programa Arte comunitario.
En ese tiempo desarrollamos programas en la colonia Rivera Hernández, Chamelecón y Cofradía, donde llevamos actividades artísticas y culturales.
¿Qué aconseja a los jóvenes para enfrentar tiempos cada vez más difíciles?
Me duele ver migraciones de hondureños y que muchos no logren su sueño, y a veces dejan luto en las familias.
Me duele, me molesta porque el país tiene suficiente riqueza como para poder desarrollarla.
También me indigna ver la corrupción, el desorden y el abuso con que algunos de la parte política actúan.
Esas migraciones son causadas por la falta de oportunidades que otras personas tienen el deber de crear.
Sus funciones deben ser de servicio a la comunidad y, sin embargo, llegan por servirse ellos mismos y eso molesta.
¿Necesitó de un mecenas para impulsar su arte?
No. El arte viene conmigo, y sí, he tenido la necesidad de tener amigos que me han enseñado a conducirme en este mundo del arte.
No solo es agarrar un lápiz y ponerse a pintar una cara o hacer un bodegón, sino la mística misma. También, el arte debe responder a las necesidades internas que uno tiene, y para eso hay que leer.
Yo tengo colecciones de libros de muchas disciplinas para elevar mi cultura. También he visitado museos.
Me he puesto en el lugar del momento de la creación de una obra y la visión que tuvo el artista al hacerlo.
Ese diálogo que quedó entre la obra y el espectador, eso es lo que me mueve a ser creativo. Que mi obra pueda, en alguna forma, dejar un legado de transmitir un mensaje y a la vez también, con mucha humildad.
No pretendo ser el artista mejor pagado ni nada de eso. Francis Bacon, fue uno de los pintores mejor pagados de la época, igual que Balthuz. Cinco millones de dólares esperaban por sus obras, sin embargo no eran ampliamente conocidos porque no alardeaban.
Salvador Dalí sí, él era un excéntrico, Picasso fue grande, pero también era igual, y eso los hizo creativos.
Lo importante en todo esto es ser humildes y estar en complacencia con la vida.
¿Tiene obras en museos virtuales?
No. Pero tengo suficiente obra en diferentes períodos y quiero abrir mis páginas virtuales, pues el arte está actualmente orientado a esas condiciones.
¿Y obras en galerías?
No. Mi obra se ha vendido, se ha comercializado y está en colecciones privadas y también he vendido en el exterior.
En Honduras está la colección de Banco Atlántida, Banco Central y Banco del País.
Además, con Banco Atlántida estoy trabajando retratos de sus expresidentes.
¿Cuántas pinturas ha hecho hasta hoy?
No llevo cuenta, pero sí he pintado temáticas o series de ángeles, tierra
adentro con las indias lencas y una colección de pintura con esencia maya.
También, he hecho lo que Lety Oyuela me llamó Nostalgias de Amor, Obra Sacra, La Tentación, El Dolce Farniente y otras.
He trabajado temas y sobre ellos he desarrollado pinturas y gran cantidad de retratos incluyendo el de mi padre que es el que me acompaña.
¿Cuál es la hora indicada para pintar?
Me acostumbré a pintar de noche, para mí es más agradable, es cuando estoy más relajado. No tengo tanta interrupción.
A veces estoy hasta las tres, cuatro de la mañana, muy entusiasmado con lo que estoy haciendo.
Además, escucho música relajante mientras trabajo, salgo al mirador, respiro un poco del aire fresco y me acompaño de un estimulante.
¿Relaciona sus sentimientos en cada pintura?
Sí, creo que debo ser honesto con lo que estoy haciendo y expresar lo que me nace.
La obra que en este momento estoy haciendo quiero terminarla ya, porque tengo tantas ideas de cosas nuevas que quiero hacer.
Espero que el tiempo me dé la oportunidad. Siempre está la efervescencia y esto me hace vivir. El interés de algo nuevo que hacer.
¿Cómo se considera como pintor y cuál es su actuar como persona?
El arte me permite expresarme y tener mi sello, mi especial forma de ser. Son patrones de ética y moral.
En lo personal, soy sincero conmigo mismo, no presento a los demás una cara diferente a lo que yo soy.
Usted es muy ordenado para trabajar, ¿está todo limpio en su taller?
Sí, la disciplina implica un orden, en ese sentido esa es parte de la educación que recibí en mi hogar.
También, mi madre nos acostumbró a ser ordenados en todo. Yo hago mi cama, tengo esa disciplina.
¿Cómo determina la pintura hondureña en general?
En el contexto centroamericano, nosotros tenemos una buena expresión artística plástica, tenemos una gama de expresiones mucho más amplia.
Además, la pintura hondureña pasa por varias etapas, y así tenemos el desarrollo de la pintura primitivista o naif, académica y otras tendencias.
El artista no puede estar trabajando solo en lo tradicional o clásico. Debe estar al tanto de las nuevas tendencias para crear nuevas expresiones.
Comparado con las tendencias en otros países, Guatemala tiene una pintura tradicional a sus etnias y va más a la pintura abstracta.
El Salvador es más abierto. Tiene una expresión más creativa y tiene magníficos pintores que desarrollan una amplia gama de trabajos.
Además, nosotros tenemos primitivistas, expresionistas, abstractos, figurativos, técnicas mixtas. En fin, es muy amplia la expresión de la plástica hondureña.
Se ha despertado un interés por el muralismo en muchos pueblos de Honduras, ¿qué opinión tiene de ello?
Algunos artistas hondureños han tenido la influencia del muralismo mexicano como Miguel Ángel Ruiz Matute, quien trabajó con Diego Rivera.
Este pintor mexicano pintó murales de contenido político de protesta en paredes de edificios del centro de México y otras ciudades de ese país.
Y en broma le decía a Ruiz Matute: «Del indio tienes el color y del negro el ritmo, ya que el pintor hondureño era mulato».
También, Álvaro Canales fue muralista, lo mismo Arturo López Rodezno, de quienes aún se encuentran murales en instituciones públicas y privadas.
Actualmente, los murales de los pueblos de Honduras representan paisajes y personajes de su cultura local, no un fin político como sucedió en México.
Y el arte conceptual, ¿qué opinión le merece?
No estoy tan de acuerdo con lo que llaman el movimiento conceptual; ponerle un tape a un banano, ponerlo en una pared y decir que eso cuesta un millón de dólares ¡y lo pagaron!
En muchos casos, lo conceptual lo que busca es expresar el disgusto o el estímulo del sadismo.
¿Qué piensa de los que compran pinturas sencillamente para adornar?
Bueno, es un gusto. El que tiene la capacidad de pagar una obra de arte que le gustó, la puede comprar. También, la gente que lo hace por inversión.
La mayoría de los que adquieren las colecciones de arte lo hacen porque no se devalúa. Es una inversión segura.
¿Se recuerda de la primera obra que hizo?
¡Sí! Fue cuando estaba en la secundaria, en el instituto San Miguel de
Tegucigalpa y había un concurso a nivel nacional.
Además, ya había preparado mis lienzos. Jaime Noya Reyes me había enseñado, yo estaba preparando un cuadro de La batalla de La Trinidad.
Era un cuadro grande con el cual pensé que iba a ganar, pero paralelamente hice unas acuarelitas de estilo costumbrista.
Sorpresivamente no gané con el cuadro grande de La batalla de La Trinidad, sino con la acuarelita, pues esta sí tenía cualidad motivacional.
El cuadro La Batalla de la Trinidad quedó en el colegio, que se ubicaba al lado del puente Carías. No sé qué fue de esa pintura.
Para esa época que empecé a pintar, le regalé la obra con la que gané a don Yack Agurcia, el papá de Ricardo Agurcia, secretario privado de Pajarito.
Hace un tiempo, cuando murió don Yack, Ricardo se quedó con el cuadro. Él lo conserva.
¿Recuerda alguna técnica que lo haya frustrado?
Bueno, por andar de rápido, compré una tela ya preparada y pinté sobre ella e hice una serie de cuadros.
Pasaron 10 o 15 años, y me reclamaron que la pintura estaba hendida,
maltratada y desgastada. La tela de atrás se había podrido.
También, la pintura estaba descascarándose porque no tenía el soporte, y me tocó repararla.
Tuve que hacer el pegamento nuevamente de tela de lino para preparar todos los lienzos.
Yo había aprendido la técnica clásica de hacer el empasto con óxido de zinc, goma de Arabia, cola de conejo y aceite de linaza. Con eso se prepara la base. Ahora tenemos el guesso y los látex, entonces con eso es más fácil preparar.
Luego de esa experiencia, preparo yo las telas y les doy el empaste.
Además, todos los materiales que uso son de la más alta calidad para garantizar su durabilidad.
¿Aspira a ganar el premio Pablo Zelaya Sierra?
No me corresponde a mí esa aspiración. Ya he ganado premios, de joven, cuando estaba más interesado gané varios. Claro, es un honor indudablemente, pero no vivo por ello.
¿Cree que ese premio se ha politizado?
No digo que no lo hayan entregado honestamente, pero sí hubo una protesta porque hace unos años se lo entregaron a alguien que nada que ver.
Al hacer eso, de entregar el premio a alguien que no lo merece, ofendieron la memoria del pintor cuyo nombre lleva ese galardón.
¿Hubo otros en el pasado que merecieron el premio, pero no lo alcanzaron?
Es que el premio solo es uno y se da una vez al año. Miguel Ángel Ruiz lo ganó en 1954, pero no creo que yo esté en esa lista.
¿Cómo ve el futuro de la pintura en Honduras?
Con mucho entusiasmo. El movimiento femenino tiene una garra, una nueva calidad en su trabajo.
Les miro una gran perspectiva. La muchacha que ganó la Bienal Centroamericana en Tegucigalpa tiene 23 o 24 años de edad.
Ella es de Pinalejo, Santa Bárbara, y tiene fortaleza, capacidad y creatividad.
¿Cuál es su próximo proyecto?
Una exposición que va a estar dirigida con toda la línea de paisajes. Quiero ir de lo tradicional a lo abstracto.
He hecho unas experimentaciones. Por otro lado, la serie de temáticas como de Paolo y Francesca, dos personajes del Inferno en la Divina Comedia.
Además, me inspiré en esta obra de Dante porque contiene tantos elementos de concepto humano que lamentablemente hoy se están perdiendo.
Debemos retomar la validez de las experiencias que hacen falta en la humanidad para poder ir adelante y no hacia atrás.
¿Tiene obras pendientes?
Sí, estoy terminando una obra dentro de la línea sacra. Realmente he estado activo, más que todo por encargo.
¿Cómo son sus noches de soledad?
«Yo no digo que la soledad me acompaña, he vivido y le doy gracias a la vida por ello. He tenido una vida amplia y completa, he sabido vivir y este espacio que vivo lo gozo, lo disfruto. Todo tiene su momento en la vida y esos momentos los he sabido aprovechar, los he vivido, tengo experiencias lindas. Queda tranquilidad, reflexión y lectura. A mí me encanta, me entretiene la televisión con Netflix y YouTube, que puedes tú andar por todo el mundo»
¿Al talento hondureño le cuesta sobresalir en el extranjero?
Pues yo creo que no, porque tenemos científicos, tenemos representantes en la moda internacional, emprendedores que triunfan.
También artistas de la música. Yo no veo que le cuesta, la timidez está en nosotros mismos.
Indudablemente, hay conceptos negativos como decir que tal hecho solo pasa en Honduras. Pero eso es una carga que no es real.
Además, hemos tenido pintores exitosos como Miguel Ángel Ruiz Matute, que han triunfado en el exterior. Aquí no han venido, se han quedado fuera.
Ha habido escritores y poetas de renombre. Así es que eso de minimizarnos es un sentimiento del pasado, pero sí hay valores.
¿Usted tiene buena relación con otros pintores?
Sí. Tengo buenos amigos pintores. Con Armando Lara, no nos comunicamos con frecuencia, pero tenemos trato de hermanos.
También con Felipe Buchard, la generación de mi época, con el colectivo aquí, con Vinciguerra y otros colegas pintores de San Pedro Sula.
Con ellos hemos formado el colectivo de pintores que nos permite reunirnos. Yo soy el que los conduzco.
Además, hacemos actividades, salimos a pintar juntos al campo y otros lugares de esparcimiento.
No es una organización con jerarquía, estamos ahí los que queremos estar con libertad, sin que nadie sea jefe de nadie, es como una hermandad.
¿Ha sido maestro o docente de arte?
No. Porque no he sido académico y todo lo que he aprendido lo he aprendido por mi cuenta, pero sí, platicábamos con Pito Pérez y con Vinciguerra sobre la idea de desarrollar una academia de arte, de pintura.
Además, no hay una academia, la quise fundar a través de la gestión municipal, pero no fue posible.
Aunque se logró hacer toda la estructura con Acnur y el soporte económico con Children en el sector Rivera Hernández.
Si hubiéramos continuado esa gestión, ese proceso estaría en desarrollo. Ojalá que se pueda concluir, ya que está toda la currícula, todo listo.
¿Cómo puede contribuir el arte para lograr un futuro mejor?
«Indudablemente el arte es parte de un proceso que se ha venido desarrollando a través de la historia. Es la manifestación más elevada del ser humano y cuando se logra elevar el sentimiento de humanidad, se evoluciona. También, el arte permite evolucionar a través de las manifestaciones más bellas que tiene la expresión humana»
En cuanto a la música, nos damos cuenta que los países más educados gozan de una música más sublime.
La letra misma, la literatura y las artes plásticas también son efecto, el teatro y la danza son manifestaciones que hacen sublimar el alma.
Y cuando se logra dar espacios más elevados de existencia al ser humano, sin duda se está mejorando la calidad.
Pero si se va a llevar a la barbarie, al temor, al miedo, entonces es diferente, ya es otra cosa.
¿Hay círculos de su vida que quisiera cerrar?
Bueno, yo tengo nietos, de ellos hay dos o tres que pintan bien, yo mismo me sorprendo, estoy motivándoles y les traigo materiales.
También, les pago clases porque los quiero agarrar después ya más maduritos y empezar a reforzarles.
A ellos les quedarán todos mis libros. Sé que ellos tienen potencial y podrán desarrollarse muy bien.
¿Sus nietos lo visitan?
Sí, ellos vienen acá conmigo los fines de semana.
¿Se relaciona con personajes intelectuales?
Sí. Con Julio Escoto, Helen Umaña, el doctor Larach, con ellos tenemos
tertulias, son pocos los temas a tratar, y son siempre sobre arte.
Pronto los recibiré aquí en mi casa, vamos a ver una ópera muy interesante es muy melódica y la vamos a discutir.
En cada tertulia invitamos a un artista a integrarse al gremio. En este caso quiero invitar a Javier Reyes.
Javier es un músico muy talentoso, para mí es uno de los mejores guitarristas que he escuchado con guitarra clásica.
También, es maestro de la Universidad Pedagógica Nacional, además es compositor de música muy buena. Así, la Orquesta Filarmónica Nacional ha interpretado tres piezas de él en conciertos.
Y como vamos a tener algo de música, quiero tenerlo a él como contraparte y la idea de estos grupos de tertulia sean justamente tratar sobre un tema.
Además, ilustrarnos, discutirlo, ojalá se pudieran dar estas tertulias culturales en círculos más abiertos en la comunidad para que se genere una mejor educación.
El pintor Marco Antonio Rietti Matheu ha compartido una fabulosa tarde – noche con ICONOS Mag donde ha hablado de todo, pero principalmente, de aquello que lo llevó a la palestra artística: la pintura.
