Aurelio Martínez: mil triunfos y sólo un arrepentimiento … ser diputado
El cantautor catracho se arrepentía de haber incursionado en la política por la falsedad de la misma

ICONOS Mag
Texto Sabino Gámez
18 marzo, 2025
San Pedro Sula. El cantautor garinagu Aurelio Martínez Suazo deja memorias imborrables para la historia de Honduras, porque siempre enarboló tres cualidades: humildad, talento y sinceridad.

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Para él, valía igual cantar en una champa de manaca para su gente de la comunidad garífuna o en un escenario de lujo ante europeos o norteamericanos.
Además, estaba orgulloso de casi todo lo que hizo y se sentía realizado de lo que había logrado, aunque si se arrepentía de una sola cosa: haber incursionado en la política.
Aurelio Martínez sentía vergüenza de ello, aunque fuera el primer garífuna en llegar al hemiciclo y abrir la brecha para otros de su etnia.
En una entrevista con nuestro director digital Sabino Gámez en 2013, confesó que había sido un error ser diputado y que para él, era lo peor que había hecho en su vida.

«Siempre pensé que la política no era para mí. Las enseñanzas fueron que mi percepción y el pueblo sigue engañado con propuestas falsas y que se juega política con el hambre y la ingenuidad de la gente».
El propósito de legislar en el Congreso Nacional de Honduras era para cambiar las condiciones y vida de los olvidados pueblos garífunas, pero no fue así.
Siempre propuso dentro de lo posible, que todas las comunidades tuvieran calles de concreto, pero al final; se desengañó porque descubrió que «ahí se jugaban otros intereses».
Al concluir su período, respiró profundo y estaba satisfecho de regresar a su vida normal con la frente en alto porque fue un diputado de intachable trabajo. Nunca corrupto, ni oportunista. Tampoco fue traquetero.



Definitivamente Aurelio no debía morir tan joven y mucho menos de la manera más inverosímil: a bordo de un avión que no tenía las condiciones para volar.
El artista garífuna más importante en la historia del país se va del plano terrenal sin homenajes, sin distinciones, sin reconocimientos de peso.
En Honduras, los talentos como él, no son importantes para el Gobierno y mucho menos para la colectividad o proletariado, que al final de cuentas, es quien hace grandes a los artistas.
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Su vida fue un ir y venir de espectáculos y países como Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Belice, Brasil, Canadá, ciudades de Estados Unidos y hasta países de Europa hasta Senegal.
De hecho, es el único hondureño en presentarse en Tiny desk concert, una plataforma donde sólo los grandes pueden estar y es operada por NPR music.
Sus canciones expresaban la liberación de los pueblos. Su música abordaba temas sociales, políticos y culturales por vivencias cotidianas de su autor.
Además, todos sus esfuerzos estaban orientados a exaltar los valores
culturales del pueblo garífuna y siempre trató de ser ejemplo positivo para su familia, su cultura y su amada Honduras y Centroamérica.


Entre las memorias de Aurelio Martínez, también destaca su paso por la desaparecida orquesta Los gatos bravos, donde se dio a conocer e internacionalizó su nombre y talento.
Fueron la más grande experiencias que tuvo en su carrera artística. Nunca olvidó los consejos de doña Alba y don Alfonso Flores que fueron como sus segundos padres y sus hijos Alfonso, Norman y Suyapa.
Para Aurelio, esos tiempos en Los gatos bravos, fueron hermosos porque tenía compañeros músicos que les apasionaba la música más que hacer dinero y «el público disfrutaba de aquellas veladas y los gomosos mano a mano de las bandas«.

Alfonso Flores jr o cariñosamente Fonchín fue entrañable amigo de Martínez y su muerte lo ha impactado.
Nunca imaginó que este sería el fin de un artista como él y por eso ha recordado lo que vivieron como cantantes y músicos.
«Teníamos en ese tiempo el único estudio de grabación profesional de San Pedro y producíamos anuncios para las empresas y grabaciones para grupos. Tuve la necesidad de grabar un tambor garífuna. Me acordé de él porque era bueno para eso«, recuerda Fonchín Flores.
Aurelio lo hizo tan profesional que lo dejó impresionado y la grabación quedó estupenda.
Una vez más lo volvió a invitar y en una plática, le compartió su deseo de mudarse a San Pedro Sula y de trabajar con él.
«Solo me lo dijo un fin de semana y al siguiente ya estaba trabajando con Los gatos bravos. Para él fue importante trabajar con nosotros, porque aprendió mucho y nosotros aprendimos bastante de él, porque fue una pieza importante. Una de las mejores etapas del grupo«.
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Aquel joven que trascendió a la palestra nacional a los 17 años como un gran bailarín y cantante, nunca se sintió celebridad ni divo.
Los que lo conocieron desde los años noventa, lo comparan con el de hoy y coinciden que el era el mismo Aurelio que vino de su natal Plaplaya.
Según sus allegados, nunca olvidó de dónde venía y consideraba que el arte viene de la gente y era para la gente, porque ellos eran los que hacían artistas con su apoyo.
Además, poco o nada le llenaba que le dijeran que era el máximo exponente de la música garífuna y el ritmo Punta ante el mundo. No esperaba nada a cambio.


Martínez consideraba que su éxito radicaba en hacer todo con el corazón sin esperar recompensas y que amaba lo que hacía con disciplina y con la gente adecuada como su agrupación Garífuna soul band.
Gracias a esa pasión y la innovación de mezclas en sus canciones, le dio categoría afro pop a la música garífuna, desconocida ante el mundo. Por ello, fue parte del premio Rolex, siendo finalista Estados Unidos, Argentina y Honduras.
Aurelio Martínez siempre habló de aquello que en realidad importaba. Nunca se quejó ni estaba triste. No tenía tiempo para eso. Solo para reir, bailar, cantar y dignificar la música ancestral y la Punta.
Tenía agencias de representación en Europa, Estados Unidos, Canadá y otros países.
Además, su tiempo transcurría entre el estudio de grabación, crear melodías, las giras y la proyección como artista.


Todo ese bagaje, lo hizo tener aplomo en cualquier escenario, aunque en una presentación en el estadio nacional de Senegal para 45 mil personas, si lo hizo sentir nervios como la primera vez. Cantó al compás de su guitarra.
Este hijo de oro reflexionaba siempre de qué le hacía falta a Honduras para apoyar a sus artistas.
Su conclusión siempre fue que el país debía tener una política cultural y que las autoridades gubernamentales debían entender que la cultura es tan importante como proveer seguridad integral.
Además, que a los hondureños les falta amor patrio, ya que creen poco en sí mismos y no reconocen los valores y riquezas de la nación.


Fotogalería aquí: Los garífunas exitosos de nuestra Honduras
Para Alfonso Fonchín Flores, musicalmente Aurelio era capaz y uno de los artistas más completos del país.
«He tenido gran admiración por él. Siempre supo que sería una estrella, porque eso es lo que es y será. Siempre lo supo y desde mucho tiempo atrás él se preparó. Aurelio era de las personas que no trabajaba para su entorno, sino que trabajaba para sí. Quería que la gente se diera cuenta quién era él y lo valioso que era«.
Entre las memorias del ahora inmortal Aurelio Martínez, también está su energía inagotable.
«Eran las tres o cuatro am y todos los músicos ya estaban cansados y Aurelio era incansable. Para él, bailar para tres o cuatro personas era lo mismo que hacerlo para 100 o 200. Él no desaprovechó la oportunidad de mostrarse. Era disciplinado«.



Las memorias de Aurelio Martínez se quedan en el corazón de aquellos que siempre lo vieron con ojos de estrella, de talento, de celebridad.
El tiempo y la vida no le ha hecho justicia a quien merecía más. Los garífunas de Honduras y la diáspora deben sentirse orgullosos de que uno de los suyos brilló como ningún otro.
Y que … aunque le costó mucho, deja el ritmo punta y la cultura afrodescendiente del país en un pedestal global.