
Clementina Suárez: poeta irreverente, atrevida y culta, una mujer sin réplica
La inolvidable poetisa a inspirado pinturas valiosas y hasta obras de teatro, por su valor cultural

ICONOS Mag
Texto Raul Francisco Ayala
11 mayo, 2022
San Pedro Sula. Asesinaron su cuerpo pero no su poesía y así, Clementina Suárez se convirtió en eterna.
Sus memorias y aquella imagen feminista que rompió con los convencionalismos de una época amarrada al qué dirán, viven y virirán por siempre.


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La inmortal poetisa hondureña es referente de mujer con pensamiento libre. No le importó nada, ni la sociedad ni la religión. Simplemente fue ella y nada más.
Este 12 de mayo se conmemoran 120 años de su nacimiento. Lastimosamente, falleció tras un cruel asesinato hace 31 años, en 1991. Describir el dantesco crimen, simplemente causa repudio.
Clementina nació con estrella. No por bella, sino por irreverente, intelectual y astuta.
Venía de un hogar de clase alta de Juticalpa, Olancho. Sin embargo, huyó de eso y se enfrentó al influjo de una élite de abolengo en Tegucigalpa, donde la mujer debía guardar los cánones establecidos que limitaban sus derechos.
Eran los inicios de un nuevo siglo, y 1902, el año en que Clementina Suárez vio la luz por primera vez en una patria que le debe mucho porque le ha dado poco.



Sus padres estimularon en ella el gusto por la lectura y desde su infancia leía los escritos de Froylán Turcios publicados en las olvidadas y desaparecidas revistas hondureñas Esfinge y Ariel.
También fortalecieron sus conocimientos las lecturas de Juan Montalvo, ensayista ecuatoriano y abiertamente opositor al clero.
Ella era la mayor de sus hermanas, a las cuales también se les había enseñado el amor por la literatura.
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Pero Clementina iba a romper paradigmas y muy joven se dio cuenta que estaba destinada a una vida diferente.
Desde su infancia mostraba actitudes que avizoraban su promisorio porvenir en las letras y ella misma escribió en sus memorias:
«Ya para entonces escribía, no sé qué, pero escribía en minúsculos cuadernos, lo que me hacía permanecer aislada de los demás… Siempre estaba como ensimismada, interesada en otras cosas. Tenía más interés en lo que decían los mayores que en lo que mis compañeros decían«

Aquella dedicada e inteligente niña iba adquiriendo así la madurez de conocimiento y desarrolló muy temprano su admiración y criterio por las artes.
La oratoria y el teatro las practicó desde la escuela participando en las veladas que se programaban para exaltar la cultura.
Además, recibió de sus padres una educación liberal y transgredió moldes de la etiqueta social.
Su papá era Luis Suárez, un obrero de Olanchito, Yoro. Le enseñó a montar a caballo no de lado, como una cándida jovencita, sino a horcajadas para su mayor seguridad.
También, su progenitor, que era diputado; llevó a Clementina y a su hermana a Tegucigalpa y las inscribió en el colegio La Instrucción, que ya no existe.
En ese instituto para niñas recibieron clases de matemáticas, geografía e historia durante un año.

Pasado un tiempo, la vida de Clementina Suárez tuvo un giro inesperado. La muerte de su padre la obligó a tomar decisiones que marcaron el resto de su vida.
Clementina sale en busca de la libertad, rompiendo las ataduras de esa hipócrita sociedad que en los pueblos es más intolerante.
Tenía 21 años, con valor, entereza y dejándolo todo; se lanza a la aventura hacia el mar de lo desconocido, pero con la esperanza de encontrar la paz que anhelaba su alma.


Su espíritu vuela en busca de la realización de sus sueños llegando primeramente a la ciudad de Olanchito y después, permanecer un tiempo en Trujillo, Colón.
Finalmente se establece en Tegucigalpa. Trabaja en una tienda y luego en el emblemático restaurante Jardín de Italia.
Este lugar se ubicaba en la zona peatonal, en el centro de la ciudad y era el punto de encuentro de los intelectuales y políticos de la época.
Los ingresos que reunió de su trabajo como mesera los ocupó para costear parte de su viaje a México, que era el país donde convergían los artistas latinoamericanos.

Sus obras literarias
Luego de ese viaje, despunta su éxito con su primer poemario escrito en 1930: Corazón sangrante. También, en los recitales de poesía en Tegucigalpa.
Tiempo después, viaja por toda Centroamérica exponiendo su arte literario y participando en la vida cultural de la región.
Esta representante de las letras hondureñas ya había ganado la confianza de muchos reconocidos artistas y literatos.
Luego de su regreso a México en 1931, publicó tres poemarios: Iniciales, en coautoría con los poetas mexicanos Lamberto Alarcón y Emilio Cisneros. También, con Martín Paz, poeta hondureño residente en México.
El segundo poemario fue Los tiempos de fuego y el tercero, De mis sábados el último.

Clementina Suárez se convirtió fácilmente en blanco de críticas por su vida desenfadada y sin pudor, y no son pocos los que la calificaron de loca, cínica, profana y sacrílega.
Esta exponente de la literatura critica en su poesía, la doble moral de las instituciones incluyendo la Iglesia. Además, aborda la injusticia y la hipocresía de la sociedad en la que le tocó vivir.
Dio a conocer en sus versos su inconformidad por las imposiciones de reglas que aprisionan y esclavizan los pensamientos de quienes aman la libertad.

Fue una viajera siempre en busca de nuevos desafíos y experiencias culturales. Por ello, una vez más sale del país por un tiempo y reside en Nueva York y Cuba.
Publica su libro Veleros y con esta obra inicia una nueva identidad de su producción poética.
Vuelve a Centroamérica, esta vez a Costa Rica, donde edita Engranajes, y en 1957, cuando residía en El Salvador, el ministerio de Cultura le publica Creciendo con la hierba.

Sus obras literarias
Clementina Suárez se caracterizó por desafiar las reglas de una sociedad de pose y vitrina. Desde sus años de infancia en Juticalpa, era juzgada por socializar con varones.
En la Tegucigalpa de los años 30, daba recitales en el teatro nacional Manuel Bonilla, a veces con vestuario muy sensual y atrevido para la época.
De hecho, fue la primera mujer en la capital que se atrevió a mostrar las piernas con diminutos shorts para ese entonces. Según aquellos que la recuerdan, su belleza eran sus muslos y contorneadas pantorrillas.
Además, las jóvenes leían sus libros a escondidas de sus padres, pues contenían poemas de profundidad erótica.

Las acciones de rebeldía para vivir su vida se reflejaron en su decisión de una relación prohibida con el escritor Marco Antonio Rosa, con quien procreó dos hijas.
En ese tiempo la ley no permitía que un hombre casado diera su apellido a hijos fuera del matrimonio.
Clementina tuvo el ingenio para nombrar a cada una de sus hijas con el apellido Rosa de su amor ilegal: Alba Rosa y Silvia Rosa.
Aunque no se consideró feminista, realmente lo fue porque sus acciones así lo demuestran y por eso se considera una de las precursoras de este movimiento.

Facetas de la poetisa Clementina Suárez
Además, Suárez fue promotora de arte, especialmente de la pintura centroamericana, y su afición data de sus años vividos en México.
Según su biógrafa Janet N. Gold, «la casa de Clementina Suárez en México se convirtió en lugar de reunión para muchos artistas y escritores, especialmente de la comunidad expatriada«.
Su residencia fue, a la vez, casa de huéspedes, galería de arte y salón bohemio.
Se cuenta que el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, quién ganó años después en Premio Nóbel de Literatura, trabajaba en la revisión de El Señor Presidente sentado en la mesa de la cocina de Clementina.
Además, poetas nicaragüenses negociaban en su sala, la compra de armas para la lucha contra la dictadura de Anastasio Somoza.

Fueron muchos los artistas de Honduras y Centroamérica que buscaron pintarla. También el famoso pintor muralista mexicano Diego Rivera, esposo de Frida Kahlo, de quien se rumoró que tuvo amoríos a escondidas de la pintora mexicana.
La llamaron la mujer más retratada de Honduras y por sus exóticas facciones, pintores latinoamericanos la adoptaron como musa.
Fue amiga y promotora de pintores hondureños como Pablo Zelaya Sierra. Ella y Mercedes Agurcia lo acompañaron la noche en que murió este laureado pintor.
En 1959 fundó en Tegucigalpa la primera galería de arte: Galería Morazánica.

Clementina Suárez también promovió un vasto trabajo cultural. En los años 30 creó la revista Mujer, publicación literaria y de cultura general.
También, a finales de los años 50, fue nombrada coordinadora cultural del ministerio de Educación Pública.
Colocó bibliotecas en los parques de Tegucigalpa los fines de semana, siendo estas las primeras bibliotecas itinerantes en Honduras.
Además, colaboró con periódicos y revistas como El Correo Literario y el Diario El Día.

Esta poetisa apoyó hasta la dramatugia y estimuló a los que después serían referentes del teatro en Honduras, como la destacada actriz Lucy Ondina y el director y actor Francisco Salvador.
A partir del poemario Veleros y sin tener una participación política partidaria, Clementina Suárez adquirió un compromiso social; ella se expresó de esta manera:
«El poeta debe dar un testimonio de la época y de los movimientos que le ha tocado vivir…
La poesía debe ser auténtica, honrada y sincera. Utilizarla como lenguaje de los pueblos, como bandera de lucha, identificarse con las causas justas. Esa y no otra debe ser la función de la poesía»

Reconocimientos
Se consideró a Clementina Suárez para ser la agregada cultural de la embajada de Honduras en El Salvador.
Además, coordinadora cultural del ministerio de Educación Pública en el gobierno de Ramón Villeda Morales.
Y, finalmente, uno de los mayores reconocimientos a Clementina Suárez fue el habérsele otorgado el Premio Nacional de Arte Ramón Rosa en 1970.

Su partida
La vida de la poetisa Clementina Suárez, aquella mujer que removió los cimientos de la conservadora sociedad hondureña de las primeras décadas del siglo XX, llegaba a su fin.
Fue víctima de un abominable crimen que quedó en la impunidad en Honduras. Fue encontrada inconsciente y con brutales golpes, principalmente en el rostro.
Su alma dejó su cuerpo aquel lunes gris 9 de diciembre de 1991, dejando su poesía de reflexión a las generaciones de la posteridad. Sus restos descansan en la capital de Honduras.